El deseo de poder controlar nuestro entorno y circunstancias está arraigado en nuestra conciencia. Esto se debe a que cuanto más sabemos sobre nuestro mundo, más seguros nos sentimos. Por otro lado, cuanto menos sabemos, más miedo sentimos. La necesidad de controlar está directamente arraigada en el miedo, específicamente, el miedo a lo que podría suceder fuera de nuestro control.
Puede ser natural querer controlarlo todo, pero no es sano para nosotros. Hay muchas maneras en las que tratar de controlar todo podría resultar contraproducente a largo plazo. Echemos un vistazo a algunos de los más comunes:
Más estrés y ansiedad
Las personas que intentan controlar todo pueden experimentar más estrés y ansiedad que las que no lo hacen. El simple hecho de sentirse fuera de control cuando se siente necesario tenerlo puede hacer que suba la presión arterial de una persona.
Es más devastador cuando las cosas no salen según lo planeado para las personas que sienten la necesidad de controlar que para aquellas que sienten menos necesidad de tener el control.
Nos sentimos menos satisfechos
Sentir la necesidad de tener el control y no tenerlo puede hacernos sentir un nivel de impotencia muy elevado.
Las personas con más necesidad de controlarlo todo sienten mucha incomodidad en prácticamente todos los aspectos de su vida.
El mismo acto de sentir una necesidad de control conduce de por sí a una situación menos placentera para las personas para quienes el control es una prioridad, frente a aquellas para las que no lo es.
Más críticas ante todo y hacia nosotros mismos
Debido a que no hay forma de controlarlo todo en la vida, preocuparse demasiado por cómo van las cosas fuera de su control puede generar más críticas sobre todo lo que sucede. Después de todo, cuando no controlas los resultados que quieres, tiene sentido que no te gusten.
A su vez, ser más críticos puede volvernos más neuróticos, creando un ciclo interminable y en espiral en el que nos volvemos cada vez más infelices con nuestras vidas. Y la crítica de los demás también puede ser perjudicial para las personas que lidian con la depresión y la ansiedad, lo que las lleva a no sentirse satisfechas consigo mismas.
¿Qué ocurre si dejamos de intentar controlarlo todo?
Aunque parezca lo contrario, estaremos mejor preparados para inesperado
Cuando estés menos concentrado en un resultado específico de una situación, estarás en una mejor posición para manejar cualquier resultado. Las personas que han renunciado al control y se han rendido pueden aceptar fácilmente cualquier sorpresa.
Al tener menos apego, es más sencillo dejarse llevar. Esto significa que sin importar cómo se desenrede la vida, estarás bien, en lugar de depender de resultados específicos que pueden estar fuera de tu control.
Conexiones mejoradas con uno mismo y con los demás
Dado que tratar de controlar todo nos hace más críticos con nosotros y con otras personas, renunciar a ese control nos permite conectar con otros en niveles más profundos. Eso es porque no estás atando tu amor y aceptación por ti mismo y por los demás a resultados específicos.
Simplemente dejando que las personas sean como son y permitiéndote no apegarte a cómo resulta cada situación, puedes vivir más libremente. Esto se aplica tanto a amar a los demás como a ti mismo.
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