Ansiedad: la batería agotada de nuestro cuerpo

Nov 25, 2019 | Ansiedad

En algún momento de tu vida es probable que hayas sentido estrés o ansiedad, aunque esto no tiene porqué ser negativo, ya que es una respuesta automática a una supuesta amenaza. El problema llega cuando nos encontramos ante episodios que son desproporcionados y afectan a nuestro trabajo, estudios o relaciones personales.
La ansiedad es como un monstruo que se alimenta de adrenalina. Algo a tu alrededor, o en tu cabeza, te transmite una sensación de peligro que despierta a este monstruo. Aquí pueden aparecer síntomas como aceleración del pulso, sudores, temblores, desmayos o diarrea. La ansiedad también está relacionada con la preocupación constante, la irritabilidad, el cansancio y los problemas para concentrarse o dormir.
Sus causas pueden ser genéticas o circunstanciales, como el consumo de drogas o las experiencias traumáticas. El trastorno más frecuente es la ansiedad generalizada, pero hay otros trastornos asociados, como los ataques de pánico, las fobias, los trastornos obsesivos compulsivos o el estrés postraumático.

¿Qué es la ansiedad?

El equilibrio tiene mucho que ver con la ansiedad, la vida es una búsqueda de equilibrio, no hay nada estático y ahí radican gran parte de los desencadenantes. Estamos física, mental y emocionalmente en constante movimiento. Y, lo ideal, es que, dentro de ese movimiento mantengamos cierto equilibrio. Nuestro estilo de vida, sumado a la gestión de nuestras emociones y pensamientos, complica la consecución de este equilibrio.

El ser humano necesita el estrés para sobrevivir, el estrés es positivo. Pero la ansiedad viene del estrés mal gestionado. El estrés se activa por alguna situación física, emocional o alguna cognitiva cuando hay una amenaza real. En los orígenes se trataba de un animal salvaje, un huracán o unas inundaciones. Situaciones en las que el ser humano tuvo que aprender un sistema de supervivencia. Es un mecanismo que nos hace movernos, activarnos, resolver y sobrevivir. Resolver la amenaza es lo importante. En esta activación, todo nuestro cuerpo cambia, se acelera el corazón para mandar sangre a las manos y a los pies, hay un disparo de adrenalina, se inhibe el sistema digestivo, las pupilas se dilatan y, finalmente, actuamos.

Después, lo ideal es que compensemos esta situación con reposo y descanso para recuperar el equilibrio. Hay que reponer todos los recursos que se usaron. Ante cada cosa estresante debemos tener ese momento de reposo. Pero no solemos respetar esa necesidad de nuestro cuerpo, bien por nuestras metas, exigencias, estilo de vida o circunstancias personales. No reponemos los recursos que nuestro cuerpo gasta y, a esto, se suma nuestra alimentación deficiente.

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¿Cómo pasamos del estrés a la ansiedad?

Hay circunstancias que nos activan el sistema de estrés, aunque no atenten contra nuestra vida, porque ya no vivimos en la naturaleza hostil. Pero hay otros elementos hostiles que pueden atentar contra nuestra integridad y que nos activan el sistema de estrés. Por ejemplo, una discusión con tu pareja o un problema laboral o económico. La curva de estrés va subiendo durante el día. Esperamos a la noche para que se reponga todo pero no sucede, porque a lo largo del día toda esta tensión muscular se acumula dentro de nosotros y no damos herramientas ni tiempo a nuestro organismo para sacarla. La tensión física se va quedando en nosotros y se desgasta el sistema nervioso central.

Aún no hemos terminado de recuperarnos y ya vuelve a subir la curva de estrés. Y, además, cuando ya estamos saturados empezamos a evitar el conflicto. Así pasamos de un estrés adaptativo a un estrés crónico. En este momento pueden aparecer “avisos” en forma de gastritis, indigestión, diarrea, gripes continúas o dolor de cabeza.
El cuerpo se sigue desgastando y, aquí, entramos en la etapa de la ansiedad, ya no hay concentración, nos cansamos muy rápido, no hay ganas de salir, llegan los miedos. Es un estado de alerta a llegar temprano, a tener éxito, a que no te roben, a ganar dinero. Una continua alerta en la que el cuerpo vive con miedo. Vivimos como si tuviéramos el león al lado. El sistema nervioso se activa con el sistema simpático, que enciende el estrés, y no el parasimpático, que activa el descanso.

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¿Cómo nos afecta la ansiedad?

Es muy fácil pasar del estrés a la ansiedad. En la ansiedad generalizada, por ejemplo, no sabemos por qué estamos inquietos, pero lo normalizamos y seguimos con nuestra vida en ese estado, como si fuera algo normal. De repente, pasa algo más (boda, ascenso, tener un hijo) y los recursos se tienen que activar para responder con habilidad, pero ya no tenemos tantos y nuestro cuerpo está muy cansado.
En este punto, podemos manifestar alguno de los tipos de trastornos de ansiedad. Aquí se puede dar el ataque de pánico o de angustia, porque hay tanto acumulado que, de un momento a otro, pueden aparecer mareos o sudoración, también temblores, porque todo el sistema está desequilibrado. Es un volcán que estaba guardando su lava y que, en algún momento, entra en erupción.

En este punto, cabe resaltar la importancia del concepto de carga alostática. El cuerpo piensa que si la persona está estresada y activa el sistema simpático es para sobrevivir, porque realmente está en peligro. Nuestro cuerpo recibe la orden de tomar recursos del organismo para garantizar la supervivencia, pero estos recursos internos no son infinitos y, tras un tiempo, se acaban. Puedes vivir mucho tiempo con altos niveles de estrés e ignorar los “avisos” al pensar que son algo cotidiano, pero la pila se terminará agotando si se mantiene ese ritmo.

¿Qué puedo hacer?

Cuando nuestra batería interna se acaba, el sistema nervioso central explota toda la tensión, ya no tenemos carga alostática. “Yo estaba como si nada y de repente tuve angustia y un miedo insoportable”, podemos escuchar. Son sensaciones totalmente alarmantes, todo lo que no fue escuchado aparece, de forma repentina, y explota. Llegan los ataques de pánico. Ya ante esta situación sería imperioso descansar, dormir, alimentarnos bien y hablar de nuestras emociones. Es lo ideal pero no suele suceder. La ansiedad te pone más en alerta y te hace sentirte todavía peor.
Es importante actuar cuanto antes, y el tratamiento psicológico es una gran herramienta para identificar cómo cambiar esta situación, gestionarla y canalizarla. Si entendemos la ansiedad y trabajamos de la mano de un profesional, podremos recuperar el equilibrio que nuestro cuerpo y, en definitiva, nosotros, necesitamos para afrontar la vida desde la calma y la no desde la alerta permanente.

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Lidia Quindós Ovide

Tu psicóloga en Alcorcón

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